Frases Still Star - Crossed
Romeo, heredero de los Montesco. Y Julieta, la
flor de los Capuleto.
En esos años terribles, Rosalina lamentó la pérdida de Julieta. Fue entonces cuando debió sobrellevar la ira y la soledad mientras aprendía a consolar el llanto de Livia, que era demasiado pequeña para entender por qué su amiga ya no las invitaba a visitarla. Por eso, lo que ahora lastimaba el corazón de Rosalina era que ya no conocía a la joven que se había quitado la vida en la cripta de los Capuleto.
Rosalina
–Está así desde que Julieta se desangró en la tumba. El dolor es un enemigo, pero ella lo recibe como al amigo más querido, y no acepta otra compañía.
Duquesa Francesca
Prefiero ver a mi perro ladrarle a un cuervo que a un hombre jurarme amor.
Mucho ruido y pocas
nueces
El
rostro de la villanía no se ve cabalmente hasta que se usa.
Otelo
–Te juro, mi amor, que arrojaría mi
corona y destruiría Verona piedra por piedra si con eso ganara tu corazón.
Escalo
Gritad
"¡Destrucción!" y soltad los perros de la guerra.
Julio César
Si
uno tiene un secreto que teme que se descubra, ¿por qué guardarlo por escrito?
Rosalina
–¿Cómo supieron que necesitábamos ayuda?
–Tengo experiencia con parientes traicioneros -respondió don Pedro secamente-.
Además, su hermana puede ser muy persuasiva.
Escalo
nunca volvería a reprochar a Isabel sus gritos poco dignos de una dama.
Escalo & Don Pedro
–Entonces, ¿por qué has estado comportándote
como si me odiaras? ¿Porque he perdido tanto tu aprecio?
Benvolio
dio media vuelta hacia ella con incredulidad.
–¿Cómo pretendes mi aprecio cuando vas a
casarte con el príncipe?
Ella frunció
el ceño.
–¿Casarme con el príncipe? ¿Quién te dijo eso?
–En Verona no se habla de otra cosa.
–Para variar, se habla mal.
Benvolio
meneó la cabeza, sin poder creerle.
–Rosalina, hace dos semanas que casi no se aparta de ti.
Rosalina agacho la cabeza y sus mejillas se tiñeron de rubor.
–Él... me lo pidió. Tuve que rechazarlo.
El
pecho de Benvolio empezó a llenarse de una esperanza que apenas se atrevía a
sentir. Llevó una mano incrédula al hombro de ella, pero vaciló y la dejó sobre
el hombro, sin llegar a tocarla.
–Lo rechazaste.
–Sí.
–¿Por qué?
Los
labios de Rosalina esbozaron una leve sonrisa. Sus ojos se alzaron hacia los de
él.
–Sabes muy bien por qué.
Benvolio
tragó con fuerza y la aferró por ambos hombros.
–Rosalina. Por favor.
–No podía casarme con él cuando amo
a otro –respondió. Ahora había ternura en sus ojos, más suavidad de
la que él había visto jamás en ellos, y Rosalina meneó la cabeza y formó con
los labios su nombre–: Benvolio.
–¡Gracias a Dios! –exclamó, y la atrajo hacia él.
Benvolio & Rosalina
Si
a él le hubieran preguntado antes de ese momento, habría dicho que nada en este
mundo ni en el próximo podría mejorar los besos que le había robado a Rosalina
hasta entonces. Pero tuvo que admitir que, si se restaba a la ecuación la
lluvia, el lodo y el peligro mortal, eran aún mejores. Rosalina estaba ávida y
suave en sus brazos, y tenía en su piel la tibieza del sol, y Benvolio sintió
que podía vivir feliz allí toda su vida, deslizando los dedos por la espalda de
ella y sintiéndola suspirar y sonreír contra sus labios, sin otra distracción
que los gritos jocosos de los vendedores ambulantes que pasaban.
Benvolio
–Si vuelvo a abordar el tema del
matrimonio –murmuró–, ¿vas a gritar al cielo y huir a un convento?
Rosalina
río.
–Después de haber entrado a Montenova a
robar vestida con tu ropa, estoy segura de que ningún convento decente me
aceptaría.
–Bien –dijo Benvolio, y la beso una vez
más–. En ese caso, fray Lorenzo podrá casar a otro Montesco con otra Capuleto.
–Montesco y Tirimo.
–Claro.
Benvolio & Rosalina
–Será mejor que vayamos a contárselo a
nuestras familias. Si seguimos así en público, la casa Montesco no te permitirá
casarte con una mujer tan escandalosa.
Benvolio
levantó una ceja.
–¿Acaso no acabas de decir que eres una
libertina perdida? ¿Qué tiene de malo, entonces?
–¡Benvolio!
Riendo,
le apoyó una mano en el pecho para mantenerlo a raya. Benvolio lanzó un
profundo suspiro.
–Como desees.
Benvolio & Rosalina
Y
al llegar a la cima de una colina lejana, le pareció ver a otro Montesco, de la
mano de una doncella delgada de cabello oscuro; los dos le sonreían a la pareja
recién comprometida. A su lado, Rosalina extendió la mano y entrelazó sus dedos
con los de él. Y ellos también sonrieron.
Benvolio & Rosalina
Me
despido lector, que tengas unas maravillosas y mágicas lecturas.
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