Frases Esa sencilla palabra
Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de
nosotros.
Kafka
- Nadie tiene ningún motivo
para levantarse. La vida no tiene sentido, pero la gente no se queda en la
cama. Así es como funciona la raza humana.
George
– ...De hecho, me resulta
difícil imaginar como mi vida podría irse más a la mierda – comentó.
George levanta el libro
que está leyendo. La carretera.
– Bueno, está bien, podría
ser aún peor si sucediera algo apocalíptico y empezáramos a comernos los unos a
los otros, pero ese tipo de vida de mierda está a otro nivel. En una escala
normal de las emociones humanas, mi vida se encuentra en el nivel de mierda más
mierdoso.
El corazón roto. Crees que vas a morir, pero sigues viviendo un
día y otro día y otro terrible día.
Charles Dickens
– Mi madre no tiene ni idea
de lo que es un zombie –continúa Rose –, así que yo no me preocuparía.
– Cal la introdujo en el
mundo de los zombis. Ahora Zombies Party es su película favorita.
– ¡Por Dios! –comenta Rose
–. Cuando éramos pequeñas, ni siquiera nos dejaba ver la tele. Ahora, le da por
ver películas de Simon Pegg y me dice que mi sobrina necesita sexo. Pero, no te
preocupes –añade rápidamente al ver mi expresión de horror–, le dejé las cosas
claras y le pedí que te deje tranquila.
– Me alegro.
– Le expliqué que los
zombies no cogen.
Rose y Rachel
– He pasado la mayor parte
del tiempo con los ojos cerrados.
Rachel
… No podía dormir. Me quedé sentada en el balcón, mirando el
firmamento durante mucho tiempo, consciente de que ahí fuera había planetas y
estrellas y galaxias, pero había dejado de creer en ellos.
Rachel
Cal eligió creer de todas formas. Yo me puse del lado de la
ciencia.
Pero, después del
entierro, cuando todo el mundo se había ido de la iglesia, yo me quedé esperando
al fantasma de Cal. Yo seguía sin creer en ellos, pero como él estaba
convencido de su existencia, tenía la idea absurda de que tal vez fuera
posible. Me imaginaba que me diría: <<¿Ves, Rach?, aquí estoy>>,
mientras levantaba la mano para enseñarme como los rayos de sol lo atravesaban.
Pero los fantasmas no son más que polvo e imaginación…
Rachel
… No se puede arreglar que alguien se haya olvidado de ti. Durante
el resto de tu vida, no dejarás de preguntarte si volverá a suceder. Siempre
sabrás que la otra persona puede vivir perfectamente sin ti, pero que tú no
puedes estar bien sin esa persona.
Henry
– Si todos renunciáramos a
las cosas que queremos cuando la situación se complica, viviríamos en un mundo
terrible.
Padre de Henry
... <<El mundo es complejo>>, me dijo. Las personas
también.
Henry
Esta semana, Martin ha tenido problemas con las mujeres. Si tiene
suerte, George no le habla. Si no, no para de darle órdenes y de controlar el
tiempo de sus descansos.
– No pagamos lo suficiente
para controlar lo que duran los descansos –le recuerdo el miércoles, y ella me
recalca que Martin está en periodo de prueba y que ella es su jefa, así que no
debería meterme.
Henry y George
¿Que qué he perdido? ¿Que QUÉ he perdido? Todo, pedazo de imbécil.
He perdido más que tú, de eso no hay duda. He perdido a Cal; he perdido a mi
madre, que ya no es la misma; me he perdido a mi misma. He perdido todo un
océano. Eso es el setenta y uno por ciento de la tierra, el noventa y nueve por
ciento de la biosfera. He perdido el noventa y nueve de la biosfera y tú sólo a
Amy.
Rachel
Me pregunto cómo va a poder dejar atrás algo así. Y me pregunto
cómo va a poder seguir viviendo si no lo hace.
Henry
Paro el coche cerca de ellos y nos bajamos. Henry Jones desnudo no
está nada mal, así que intento disimular lo mucho que disfruto de este momento.
Rachel
–¿Tienes buen pulso? – Me
pregunta Henry mientras estoy cortando.
–Bastante – lo tranquilizo
–. Iré con más cuidado cerca de las zonas más sensibles.
–Es mi piel, todo es
sensible.
Asiento y corto de
espacio.
–¿Qué te parezco desnudo?
– Me pregunta un momento después.
–No estás tan mal – le
respondo.
–¿Significa que estoy algo
bien?
–Cierra los ojos – le pide
Martin a George –. Deja ya de mirarme.
–Estoy portando cerca de
una zonas un tanto sensibles. ¿De verdad quieres que cierre los ojos?
–Me alegra que te parezca
divertido. Si Rachel y tú estuvieran desnudas y Henry y yo no dejáramos de
hacer bromas, sería otra historia muy distinta.
Rachel, Henry, George y Martin
–Cuidado con mis partes
íntimas, por favor –me pide Henry y, de repente, la situación me parece de lo
más graciosa.
Hace diez meses que nada
me hace gracia. Normalmente finjo reírme e intento hacer bromas.
–No te rías mientras estás
cortando – me suplica, lo que hace que me ría aún más –. Estás temblando
–comenta, y George también se echa reír, y después Martin, y Henry dice –: Me
alegro de que mi trasero al aire les haga tanta gracia a todos.
Pero entonces él también
suelta una carcajada y se alegra de que todo el mundo esté feliz, porque Henry
es así.
Rachel y Henry
<<Míralo así – me dijo en una ocasión–. La casa en la que
estamos no deja de existir sólo porque salgamos de ella; lo mismo ocurre con el
pasado>>.
Rachel
– Es reconfortante que las
cosas que nos importan sigan existiendo en algún lugar.
Rachel
Me dice que cree que Cal tal vez tuvo suerte. Que sus últimos días
suenan preciosos, envueltos por una luz dorada.
–Tal vez el universo no se
la jugó. Tal vez intentaba meter todo lo posible en sus últimos días.
Henry
–A veces, la ciencia no es
suficiente –comenta–. A veces, hacen falta poetas.
Henry
Últimamente, repaso una y
otra vez la semana antes de su muerte. Te conté parte de lo que pasó, pero no
todo. Llegó un pájaro gigante al pueblo. Cal y yo estábamos sentados en la
playa. Acabamos de comer pescado rebozado con papas fritas y nos estábamos
lamiendo la sal de los dedos cuando el pájaro se puso delante de él.
Cal le ofreció su última
papa frita, pero el ave no parecía interesada. Se le quedó mirando fijamente,
sus ojos eran diferentes a los de cualquier otro pájaro.
No me gustaba como lo
contemplaba, ni que nos siguiera a casa como un largo látigo gris en el cielo.
Tampoco me gustó encontrármelo allí cuando llegamos.
A mi madre le encantan las
aves, así que sacó sus libros para intentar descifrar de qué especie era.
Observó con atención los ojos, el pico y las patas, pero no conseguimos
averiguarlo. Le brillaban las alas en la oscuridad, como una perla con
destellos azules y verdes que se pueden ver bajo cierta luz.
La noche anterior a la
muerte de Cal, lo vi afuera con el pájaro. Le recorrió el pecho con un dedo y
el animal no se movió.
Mientras se dirigía hacia
la playa había algo extraño en su sombra sobre el pasto, en la manera en la que
el pájaro volaba por encima de él, como una luna alada. Los tonos azules y
morados de la noche parecían estar ahogándolo, y cuando echo la vista atrás
ahora, me doy cuenta de que incluso la luz me advertía de lo que estaba a punto
de pasar. Creo que fue una señal. Creo que recibimos muchas señales pero las
ignoramos porque no creíamos en ellas.
Rachel
Me pregunto si el futuro nos envía pistas para prepararnos, para
que el dolor no acabe con nosotros cuando llegue.
Rachel
–El futuro no está
escrito.
Rachel
– ¿Estás bien? –me
preguntó un momento después.
– Sí y no – le respondí –.
¿Y tú?
– Sí y no – me dijo ella.
– ¿Cuándo será sólo sí?
–le pregunté, pero no hay respuesta para eso, así que volvió a dirigir el
teléfono hacia el mar y juntas escuchamos al suave vaivén de las olas.
Rachel y su madre
– Henry, es el – me dice
con gran énfasis –. Es Cal.
– Pero ya no te escribe –
digo con cuidado de no desvelar nada.
– Porque está en Francia
con su padre y Tim ya no vive aquí, así que es complicado. Quiero que le pidas
a Rachel su dirección. Necesito mandarle esta carta. –Me enseña un sobre
sellado–. Sí, por alguna razón, no quiere dármela, se la puede enviar ella
misma.
Tomo el sobre sellado y me
lo meto en el bolsillo. Pesa demasiado para ser un simple trozo de papel.
– ¿Puedo preguntarte qué
dice?
Sin dudar, me lo cuenta.
– Dice que lo quiero.
Mierda. Me dan ganas de
llorar. Podría estallar en llanto ahora mismo. Llegó demasiado tarde. Cal nunca
leerá su carta. Es un paso enorme para George escribir algo así. No hace la
típica broma de que es una verdad universalmente conocida que a todos se nos da
fatal el amor. Se está arriesgando por primera vez en su vida, Y lo peor es que
formarían la pareja perfecta. Quizá más incluso que con Martin.
Henry y George
Está mirando fijamente al
vacío, y sé que, en ese lugar, está su hijo. En ese momento puede que esté
tumbado en el suelo, como lo vio aquel día. Pero estoy segura de que, en otras ocasiones,
su hijo estará en ese mismo sitio, sonriéndole.
Rachel
Estoy segura que los F y
los E de las páginas del Prufrock son Frederick y Elena. Mientras habla, siento
su presencia. Pienso en la flecha que Cal dibujó en Sea y en todas las otras líneas
en los libros, en las páginas en las que las notas son las mismas, los
pensamientos son iguales, y las palabras están escritas tan cerca las unas de
las otras que los trazos de las letras se cruzan. Ojalá mi madre estuviera aquí
para poder escuchar lo que se habla en el club de lectura, para leer las notas
de la Biblioteca de Cartas, para sentir lo que siento y saber lo que empiezo a
descubrir.
Rachel
–Eres muy ordenada – me
dice Henry, mirando lo que he escrito, y tengo la sensación de qué dijo algo
sexy.
–Y tú todo lo contrario –
le respondo.
–Sí, y aún así, soy el
único que ha aprobado el bachillerato –me molesta.
–Eres insoportable – le
digo con una sonrisa.
– Y tu muy sexy – comenta,
como si fuera algo que no pudiera contener y sintiera la necesidad de
exteriorizar.
– Tú también – le digo.
– No me lo suelen decir
mucho – comenta.
– Esta noche está un tanto
rara.
Rachel y Henry
Mantengo la mirada fija en el horizonte, pero me da la sensación
de qué, si me volteara, podría ver a Cal sentado junto a mí. Podría decirle que
tenía razón y que perdoné a Henry. Podría hablarle de nuestra madre y de qué su
muerte nos ha cambiado para siempre. Creo que así debería ser. Una muerte debe cambiarte para siempre. Dos muertes no
deberían ser iguales.
Rachel
Le cuento lo de Cal. Las palabras todavía me duelen, pero menos
que cuando se lo contesté a Henry y a Frederick, tal vez me duelen un poco
menos cuando se lo diga a la siguiente persona.
Rachel
Es muy valiente por venir conmigo a la playa, y lo sería aún más
si nadara. Qué demonios, Rachel es valiente. <<Por favor, no vuelvas a
irte>> es lo que pienso mientras abre la puerta de la camioneta y se
sube.
Henry
–Deja de preocuparte,
Henry. Todo va a salir bien, o no, pero no pasa nada.
Rachel
Rachel está de rodillas a mi lado, sacando libros, leyendo los
títulos y las contra portadas. También mira en su interior, hojea en busca de
notas, de su historia. Levanta la mirada y me atrapa observándola, así que me
apresuro en sacar un libro para fingir que también estoy buscando. Vuelve a
lío.
Henry
– Deberíamos hacernos
preguntas que siempre hemos querido hacer – sugiero que mientras comemos.
– ¿Sobre qué? – me
pregunta.
– Sobre nosotros.
– Lo sé todo sobre ti –
comenta.
– Imposible. Siempre hay
verdades ocultas. Te lo demuestro. Te voy a hacer preguntas sobre mí, a ver si
aciertas.
– ¿Qué te parece si
llamamos al juego Narcisismo?
– El juego se va a llamar
Henry. Primera pregunta: ¿A quién le di mi primer beso?
– A Amy – responde.
– Incorrecto.
– ¿A quién entonces?
– A ti. Te bese en la boca
con siete años.
– ¿En serio?
–Sí, formaba parte de un
juego. ¿No te acuerdas?
– No me acuerdo de nada
–responde –. Pero es un efecto secundario típico de un trauma.
– Segunda pregunta: ¿Cuál
es mi color favorito?
– Rojo. El color del pelo
de Amy.
– Incorrecto. Antes sí,
pero ahora es el azul – respondo mirándola los ojos.
Seguido de cerca del
amarillo limón. Me devuelve la mirada. No estamos incómodos. Ni extraños. Así
es Rachel. Me tira un trozo de pan cuando llega el momento de dejar de
mirarnos.
Rachel y Henry
El mar que voy a mirar será diferente y olerá diferente. Tendrá un
nombre distinto. Pero será igual de impredecible.
Rachel
Pensé en su vida sin la librería, y al mismo tiempo en la mía sin
el mar. Un mundo seco y sin libros. Sería demasiado deprimente.
Rachel
Cuando Henry me deja en el almacén para que me cambie de ropa hay
un tenue brillo rosa en el cielo. Me acuerdo de algo que me dijo Gus.
– La sensación de que
estás bien otra vez llegará. Si haces todo lo que te he aconsejado, llegará.
Lo dijo como si fuera algo
físico, tan real como un paquete que trae el cartero.
Rachel
– No son la misma persona
– comenta Henry –. Pero tienen la misma alma.
– ¿No significa eso que
son la misma persona? –pregunta George, mirando a su padre.
Niega con la cabeza, pero
no responde.
– Trata sobre la
transmigración del alma – explico –. Yo creo que va sobre la posibilidad de que
un alma pueda pasar a otro cuerpo tras la muerte.
– ¿Alguien cree de verdad
que las almas sean capaces de transmigrar? –pregunta Martin, hablando para
George.
– Yo –responde ella –. Y
también pienso que los libros pueden tener alma.
Henry, George y Martin
No obstante, lo que sí ha cambiado es cuál quiero que sea mi
opinión. Me gusta la idea de qué el alma de Cal pudiera encontrar una manera de
transmigrar. En la playa, cuando me di cuenta de que ya no estaba con nosotros,
habría sido mucho más fácil de haber sabido que su núcleo, lo que lo convertía
en Cal, se había ido a algún otro lugar, desaparecido, pero no del todo. Que se
había transformado en otra cosa, incluso nubes habría sido mejor que en ceniza.
Rachel
Pienso en la transmigración de la memoria. No la que plantea
Borges en el relato, sino la que tiene lugar todo el tiempo, la que salva a las
personas de la única manera de la que somos capaces; los muertos permanecen
aquí a través de sus experiencias, de las marcas que dejan en las páginas, de
sus historias. Es una idea muy bonita y decido que también es completamente
posible.
Rachel
Rachel me toma de la mano, es lo único bueno de la cena. Pienso
que sería capaz de pasar por muchas cosas siempre y cuando ella me toma de la
mano. Pobre o no, es mi mejor amiga. Me ha visto babeando sobre la almohada. Me
ha sacado a rastras del baño de las chicas cuando estaba encajado entre el
retrete y el bote de productos sanitarios. Quiere pasar la última noche del
mundo conmigo aunque la dejara plantada la última vez.
Henry
– Henry – me dice, y, sin
avisar, añade –: Te quiero.
Es un pequeño rayo de luz
en la oscuridad.
Es resplandeciente,
increíblemente brillante. La vida sigue siendo una mierda, pero al mismo tiempo
es increíble. La sinceridad y el valor son contagiosos, así que tomo a Rachel
de las manos. Estoy temblando un poco, lógico, dado que estoy a punto de
decirle que yo también la quiero. La quiero. Hace tiempo que es obvio
probablemente para todo el mundo excepto para mí.
– Rachel – le digo
– Henry – me dice, y pone
cara seria.
Me doy cuenta de que tiene
que esforzarse para mantener esa cara. Todavía parece triste de vez en cuando,
pero ya no es su expresión por defecto.
Rachel y Henry
Porque adoro ese sitio. Porque me encantan los libros, hasta el
último punto. Los quiero de una manera que va más allá de la lógica y de la
razón. Así son las cosas. Los quiero de la misma forma que las personas de la
Biblioteca de Cartas. Leerlos no es suficiente, me gusta analizar a detalle
cada página para llegar al otro lado, a la persona que los ha vivido antes que
yo. Quiero dedicar mi vida a buscarlos, a leerlos, a venderlos. Me encanta
atender a los clientes y poner el libro adecuado en sus manos. Quiero estar ahí
para consolar a Al cuando se dé cuenta de que el libro que está escribiendo ya
está publicado. Me gusta mucho platicar con Frederick y Frieda. Adoro escuchar
al club de lectura. Lo quiero todo. Quiero que no acabe nunca. Y, si no puede
durar para siempre, lo quiero hasta el mismísimo segundo final. Y quiero una
chica que me quiera así. Con polvo y con todo.
Henry
Estoy pensando en un montón de cosas, y una de ellas de su carta.
Me quiso una vez. Si el pasado es tan real como el presente, si la teoría del
universo de bloque creciente está en lo cierto, en algún lugar en mi línea de
tiempo, Rachel todavía me quiere. Está metiendo la carta en el Prufrock y
esperando a que yo responda. Y, en algún lugar, hay un futuro que espera que le
escribamos. ¿Y el presente? El presente es nuestro si lo queremos.
Henry
Caminamos juntas hasta mi coche. Saco la caja y nos sentamos en el
borde a echarle un vistazo al contenido. Hay diarios y cómics y un pequeño
globo terráqueo que le regalé a Cal en una Navidad. Están las llaves del
candado de su bicicleta, algunas monedas, sus goggles y una navaja. Encontramos
su credencial de la biblioteca, un CD. A George tal vez le parezca extraño que
la caja que me dio mi abuela contenga estas cosas, pero todos estos objetos son
importantes para mí. Son su vida. Nunca tiraré estas pequeñas cosas. Nunca
llegará el día en que no las quiera, todos los pequeños detalles de Cal que
formaban una vida.
Rachel
Había entendido el mundo al revés. Lo importante es la vida.
Rachel
– ... Puedo vivir sin un
futuro definido siempre y cuando tú formes parte de él.
Henry
Perdemos cosas, pero a veces las recuperamos. La vida no siempre
pasa en el orden que queremos.
Henry
– Pero te quiero a ti, y,
antes de qué me lo digas, sí, las palabras si importan. No son inútiles. Si lo
fueran, no serían capaces de iniciar revoluciones ni de cambiar la historia, y
no pensarías en ellas cada noche antes de irte a dormir. Si fueran sólo
palabras, no escucharíamos canciones, no pediríamos que nos leyeran cuando
somos niños. Si fueran sólo palabras, no tendrían significado, y las historias
no habría sobrevivido desde antes de qué la humanidad aprendiera escribir.
Nosotros tampoco habríamos aprendido a escribir. Si fueran sólo palabras, la
gente no se enamoraría por ellas, ni se sentiría mal por ellas, ni sufriría o
dejaría de sufrir por ellas, ni practicarían sexo por ellas. Si fueran sólo
palabras, Frederick no estaría buscando el Walcott desesperadamente.
Henry
–… Una carta de amor, por
definición, debería ser atemporal; de lo contrario, ¿qué sentido tiene? Te
quiero, pero sólo durante cierto tiempo; después, mi amor ha caducado. ¿Qué
problema tiene el universo con <<para siempre>>? A los gansos les
funciona.
– ¿Los gansos? –me
pregunta Rachel.
– Sea parean de por vida.
– Eso no es estrictamente
cierto –me dice, y entonces se interrumpe sí misma, me toma del cuello de la
camiseta y me acerca –. Ha sido un discurso muy bonito – me dice.
– Me dejé llevar un poco.
– Me gustó.
– Eres mi mejor amiga. Eres
la mejor persona que conozco. Eres espectacular, Rachel Sweetie. Te quiero – le
vuelvo a decir y después la beso.
Rachel y Henry
Más tarde, mucho más tarde, en un momento desconocido para mí
ahora mismo, desnudaré despacio a Rachel. Le besaré el hombro y pensaré en las
sandías en verano. Esperaré, e imaginaré, que puedo ver nuestras vidas desde
más allá del universo y que estas se desarrollan juntas, alrededor de los
puntos fijos de nuestra vida.
Pero, en este momento, es
un beso. Es un beso que continúa mientras dejamos el ejemplar del Prufrock de
nuevo en la estantería. Es un beso que continúa mientras la llevo escaleras
arriba en busca de intimidad. Es un beso que continúa a lo largo de los años.
Pero, en este momento, es
sólo el comienzo.
Henry
Somos los libros que hemos leído y las cosas que queremos...
Nuestros fantasmas se esconden en todo lo que dejamos atrás.
Rachel
Llega un momento en el que los no dolientes vuelven a la vida,
incluso algunos de los dolientes también, y tú te quedas intentando comprender
lo incomprensible.
¿Qué sentido tiene seguir
viviendo cuando nos dejan aquellos a quienes queremos? Y ¿cómo podemos
perdonarnos por dejarlos ir?… el tiempo no existía. Un mundo sin tiempo es algo
terrible. Los días podían pasar rápido o despacio, o no pasar. Las leyes del
universo se han trastocado y tú te has quedado girando a ciegas.
Frederick
Sabes que debes aferrarte a cualquier ley que seas capaz de
encontrar.
Quiero a mi hijo, y él es
la ley que no se puede trastocar. El amor a las cosas que te hacen feliz
también es una ley, los libros, las palabras, la música, el arte, son luces que
reaparece en en un universo roto.
Frederick
Tal vez todas las cosas que valen la pena resultan aterradoras.
Frederick
Pienso en la idea imposible y bonita de qué tal vez Cal, en el
momento de su muerte, transmigró.
Rachel
La librería es el edificio, pero no sólo eso, me dijo. Una
librería son los libros que hay en ella. Igual que las personas no son sólo sus
cuerpos. Y, si no queda esperanza para salvar las cosas que queremos en su
forma original, debemos hacer lo que podamos.
Michael
Me encanta la idea de qué una pizca de Cal tal vez llegue hasta
México si se dan las condiciones adecuadas y el tiempo ayuda. Pensaré en eso
durante años, en pizcas de él viajando por el mundo.
Rachel
Está preocupado porque voy a volver al mar, el lugar en el que
perdí a Cal. Todo irá bien y mal. Será terrible y bueno.
Rachel
El pasado está conmigo, el presente está aquí. El futuro es
inalterable y no está definido, es responsabilidad nuestra imaginarlo, se
extiende ante nosotros. Una capa soleada, una de un azul intenso, y una de
oscuridad.
Rachel
Me despido lectores y que tengan unas maravillosas y mágicas lecturas.
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