Frases El crimen del ganador

El dios del dinero carecía de honestidad. Ahora se acordaba. Ese dios tenía dos caras, como esa pieza de oro. A veces era hombre y a veces, mujer. <<Él rige las compras y las ventas -le había dicho Enai-, lo que significa que ella rige la negociación. Y las cosas ocultas. No se pueden ver las dos caras de una moneda a la vez, ¿verdad, pequeña? El dios del dinero siempre guarda un secreto.>>
El dios del dinero también era el dios de los espías.
Kestrel


Kestrel se había olvidado. Creía que recordaba perfectamente las líneas de su rostro. Aquella forma de quedarse inmóvil cargada de impaciencia. Cómo la miraba fijamente a los ojos como si cada mirada fuera una elección irrevocable.
Sintió como si le recorriera pólvora por las venas. ¿Cómo podía haber olvidado lo que era arder como una mecha ante él? Arin la miró, y Kestrel supo que no había recordado nada de nada.
Kestrel

Kestrel inhaló el aire frío, y le pareció libre, así que ella se sintió libre, y le pareció vivo, así que ella se sintió viva.
Kestrel

-Podríamos apostarnos tu abrigo.
-Ay, cielo, ¿por qué no pasamos a la parte a la que ganas y te lo entrego?
Kestrel y Marinero

No era la voz de Arin, que se asemejaba a una desbordante copa de exquisito licor. Pero era feliz. Escucharla la hizo feliz, y pensó que uno debe de agradecer lo que tiene.
Kestrel

La daga tampoco encajaba del todo. No era inusual que una criada llevara una daga (todos los valorizados lo hacían), pero nadie envolvía la empuñadura así… a menos que necesitara ocultara.
Arin había echado a correr. El sudor le escoció en el corte de la cara.
A pesar de que no había visto las manos de la criada, un recuerdo se apoderó de su imaginación.
Vio unos dedos pálidos y ágiles. Los recordó entrelazándose con los suyos. Los sintió deslizándose bajo su camisa, sobre su piel. Los vio extraer música de unas teclas blancas y negras, apretarlas con vigor, luego suavizar la melodía, arrugarla y transformarla hábilmente en sueños.
Arin

Su querido rostro, querido para ella, más querido que nunca. ¿Cómo podía amar su rostro más por los daños sufridos? ¿Qué clase de persona veía el sufrimiento de alguien y sentía que el corazón se le abría aún más, que desbordaba aún más dulzura que antes?
Algo no funcionaba bien en ella. No estaba bien querer tocar una cicatriz y declararla hermosa.
Kestrel

Él también deseó aquello que no debería desear. Él también sintió cómo el corazón escoge su propio hogar y se niega a escuchar a la razón. <<Aquí no>>, había intentado protestar Arin. <<Esto no. Para mí no. Nunca.>> Pero había caído presa de la misma enfermedad.
Arin

-A veces crees que quieres algo -repuso él-, cuando lo que tienes que hacer es renunciar a ello.
Arin

Notó la mirada de Arin.
-Solo es por precaución.
-Pensaba que lo de la serpiente era broma.
Roshar contestó con voz afligida:
-Y yo pensaba que te creías todo lo que te decía.
Arin y Roshar

-Hermano, estás loco -dijo la reina.
-Me adora -protestí Roshar. El cachorro estaba dormido, acurrucado contra su pierna.
-¿Y cuando crezca y sea lo bastante grande como para comerse a un hombre?
-Entonces haré que lo cuide Arin.
Roshar e Inisha

Pero Kestrel sabía que, otras veces, lo que se pierde sigue perdido para siempre.
Kestrel

Era diferente renunciar a algo que ver cómo te lo arrebataban. La diferencia, dijo Kestrel, estaba en la elección. Una libertad limitada, pero mejor que nada.
Kestrel

Se obligó a sentarse de nuevo frente al piano. Empujó esa gélida aguja aún más hondo. Se formaron cristales de hielo a su alrededor. Kestrel se imaginó que el hielo se iba extendiendo hasta que la cubría con una cáscara fría y transparente.
Kestrel

Me despido lectores y que tengan unas maravillosas y mágicas lecturas.

Comentarios

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